Prólogo.
En la entrada anterior, abordamos el tema de la manipulación de un mensaje presentando una gráfica que distorsiona la percepción visual.
A partir de ahí, se explica el cómo este tipo de manipulaciones están detrás del aumento de los “negacionistas” en la sociedad.
Es un asunto contraproducente. Intentando convencer que la gente se “apunte a una causa”, se está consiguiendo el objetivo contrario.
Y, sin embargo, en lugar de rectificar, se redobla el esfuerzo, y se escala la “belicosidad” del sistema de manipulación del relato.
Aquí es dónde empieza la parte más desagradable de todo esto.
Culpable por asociación.
Dado que la percepción de la gente se aleja del propósito de aquellos que intentan imponer su particular Relato, haciendo gala de técnicas estándar, los que controlan el relato intentan reconducir la situación.
Una de las técnicas para “evitar” que la gente “abandone el Relato”, es lo que podríamos llamar “culpable por asociación”.
En realidad, consta de “dos partes”.
La primera, es el etiquetado a todos aquellos que no siguen el Relato con algún tipo de etiqueta, adjetivo o palabra descriptiva cargada emocionalmente con sentimientos muy negativos.
La etiqueta favorita en este Relato es la de Negacionista.
Es algo más que una etiqueta. Es un Matapensamientos.
De hecho, es un Matapensamientos de los de mayor calibre. Y más que ello.
Es el “colectivo” a odiar, los subhumanos, los infraseres. Ahí está la segunda parte: la asociación a otras etiquetas cargadas negativamente, que, parte del imaginario popular, son el equivalente, en la religión moderna, al Diablo.
Asociado, generalmente, a otro de similar calibre. Podríamos decir que es el segundo, muy próximo del primero de la lista de Matapensamientos – etiquetas: “Fascista”.
Podríamos asimilarlo a Emmanuel Goldstein. El prototipo de la maldad, la versión de Lucifer que describe George Orwell en su famosísimo libro 1984.
El más malvado de los malvados.
Con esto se legitima el odio, se espolea, se incentiva, se cultiva, se legitima y se impulsa, hacia estas personas que “están en contra de la Causa Suprema”.
Ya hemos explicado el asunto de los Matapensamientos: se “etiqueta” una expresión con un vocablo de esta categoría, y automáticamente, como un hechizo, el receptor descarta toda la información asociada, no la procesa. Es como si esa expresión desapareciese.
Falsa por asociación. Malvada por la fuente, no por sí misma.
Eso funciona dentro de unos límites, y tarde o temprano la gente empieza a ver las discrepancias entre los hechos que se explican y la realidad.
Pero el insistir en etiquetar, en demonizar a aquellos que no opinamos igual, especialmente haciendo sobrecargas de sentimientos, es lo mismo que decir que “con esa gentuza no se habla”.
Directamente se niega el diálogo y la convivencia con todos los que no les reímos las gracias.
Vaya, que es una buena manera de hacer amigos.
El hechizo se deshace.
Eso es precisamente lo que se puso sobre la mesa en la anterior entrada. Esa es sólo una pequeña muestra evidente, pero hay más.
Mucha gente ya se ha ido dando cuenta del elevado precio de los vehículos eléctricos, o de los problemas con las renovables.
En este último caso, la lógica manda: si el Sol no luce de noche, que es cuando necesitamos la electricidad, ¿Qué hacemos?
Por supuesto, es de cajón, aunque uno se tome casi 400 páginas para explicarlo con el tipo de detalles que necesitan algunos para entenderlo (falso, ni así lo entenderán, si el entenderlo significa perder dinero, negocio o poder).
Obviamente, muchos se han dado cuenta que esto es una burbuja en toda regla porque han caído en ella y se han encontrado con que el negocio que prometía el oro y el moro se ha convertido en puro humo, espejismo y engaño.
El sistema anterior falla cuando la imagen de consenso y unidad se rompe. Aquí hace falta recordar el Experimento de Asch sobre la conformidad.
Ese experimento demostró que la gente “acata” una opinión falsa que perciben como tal cuando encuentran que todos opinan diferente, de forma errónea.
Si el que percibe como falsa esa opinión se encuentra solo, tiende a seguir la corriente. No tiene por qué creérsela, simplemente no lo hace público. Incluso se cuestiona su propia salud mental.
Pero basta con que uno más, de forma pública y notoria apoye esa percepción, y de repente se rompe el hechizo: todos aquellos que se callaban pasan a aceptar públicamente dicha opinión, o al menos, no se esconden tanto.
Hay que decir aquí que la percepción de peligrosidad puede dar que pensar. El miedo a la represión por expresar una opinión contraria es un acicate para el silencio. El asunto de las mal llamadas “vacunas” es el mejor ejemplo.
Sin embargo, ese hechizo se ha roto. Cada vez hay más gente que se ha dado cuenta, y que pública y claramente se posiciona en contra del Relato ™.
Y, encima, rompemos el etiquetado.
Esa “asociación” con el Fascismo y otras ideas malvadas se ha roto: muchos de los que atacamos el Relato estamos en contra del fascismo y de cualquier otra idea autoritaria. Cuando estás debajo de una bota, importa poco si es la derecha o la izquierda.
También decimos muy claramente que hay un problema ambiental y que nos estamos cargando el planeta.
Y aquí es dónde empieza la problemática real para los defensores del Relato ™, que no sólo no negamos el cambio climático, es que decimos a las claras que las soluciones que nos intentan vender aquellos que tienen el Relato ™ por el mango no funcionan y lejos de solucionar nada (más allá de enriquecer a algunos), empeoran la situación.
Por tanto, no se nos puede llamar, estrictamente, negacionistas: no negamos la premisa de base.
Para nada.
Y, para colmo, tenemos datos sólidos detrás de todo esto para demostrarlo.
Y también lo ha experimentado mucha gente que se ha pillado los dedos con esa falsa solución que no arregla nada más que algunos negocios y comisiones, así como trasvases de poder.
Por tanto, la etiqueta y la respuesta clásica ya no funciona.
Así que redoblan el esfuerzo en la censura, cambiando de táctica: esa es la imagen de cabecera de este artículo.
Cancelando.
Ahora se llama Cancelación en lugar de censura, para diferenciar entre la “censura buena” (que es lo que es la “cancelación”) de la “censura (mala)” “de toda la vida”, esa que atenta contra la libertad de expresión, y que parece ser patrimonio exclusivo de los “malos”.
Sin embargo, ambos casos son exactamente lo mismo: coartar la libertad de expresión, especialmente de aquellos que rompen el hechizo, que ponen sobra la mesa que el “consenso prefabricado” sobre varios temas no es tal.
La idea principal y primigenia que había de censura y cancelación era para reducir todo a un único grupo-etiqueta-colectivo “malo maloso malvado”, y con ello evitar que el mensaje que podía pasar fuese percibido por la gente, dando así la apariencia de consenso, y, por tanto, lanzando el Hechizo del Consenso de Asch. El control de la disidencia.
Pero resulta que ese hechizo ya se ha roto.
Para colmo, al trabajar con cargas emocionales muy fuertes y proyectar odio hacia todos aquellos que no siguen, no creen en La Narrativa, aquellos “caídos” en desgracia, es decir, aquellos que se están dando cuenta que les toman el pelo, también pasan de un extremo al otro.
Del amor al odio hay menos de un paso. Y eso es lo que ocurre cuando se rompe la ilusión del consenso, con el consiguiente caos que acompaña el sentimiento de traición: la respuesta es sumamente visceral.
El resultado es la división, y el fortalecimiento del odio, haciendo imposible cualquier reconciliación, ya que la credibilidad y la confianza, el elemento básico para construir una sociedad, se ha esfumado.
Y entonces es cuando se redobla el esfuerzo en censurar toda idea que pueda hacer perder apoyo y engrosar las listas de los que no siguen El Relato ™.
Por eso es por lo que cada vez hay más “negacionistas”, pero sobre todo más datos y más percepción que La Solución ™ no funciona.
Como el etiquetado ya no aplica porque hay muchos científicos y personas de peso que no están a favor de La Narrativa por razones obvias, y que sin embargo sí que estamos claramente de acuerdo con la premisa de base (recordemos que los que tienen El Relato por el mango lo único que quieren es imponer su agenda, les importa un bledo el cambio climático, el planeta y las personas), la etiqueta y el Matapensamientos, así como la Unanimidad “de aquellos que están en contra”, no les funciona.
Cada vez es más patente que entre los antes llamados “negacionistas” hay una amplísima variedad de opiniones y de razones, muy alejadas incluso entre sí, y que sólo un pequeño porcentaje son en realidad “negacionistas” bajo el “concepto” con el que se promocionó la etiqueta.
De ahí que ahora en su ataque monten nuevas etiquetas: retardistas, colapsistas, etc.
El sistema de control de la población ya no les funciona, y por eso buscan otro.
O, visto de otra manera: se han dado cuenta que La Causa está perdiendo seguidores de forma acelerada, que la opinión pública está cada vez más enterada de la cooptación y de los intereses que hay detrás, y por ello, ante la evidente pérdida de control sobre la opinión pública, contraatacan y redoblan esfuerzos.
Ahora se ven necesitados de crear nuevas “etiquetas” ante la evidencia innegable que no todos los herejes son iguales, que hay mucha variedad… y que tienen muchas razones para dejar de lado El (consenso del) Relato.
Además, el dividir estas etiquetas permite hacer un ataque más enfocado a las particularidades de cada una de estas “razas infrahumanas”, entre otras cosas, aprovechando para enfrentar “unas sectas contra las otras”.
El famoso Divide et Impera. De toda la vida. Nada nuevo.
Pero no sólo se limitan a crear nuevas etiquetas para permitir contraataques y mensajes más afinados. Está aumentando el nivel de la Cancelación.
Es decir, de censura. Y de bilis, cabe añadir.
Sin embargo, es importante entender qué es eso de la censura, cómo se aplica.
Para entenderlo, resulta muy clarificador en concreto el asunto este del mal llamado “discurso de odio”. Entre otras cosas, porque resulta que aquellos que se dan cuenta de que han sido traicionados, el odio que se vierte contra los que no siguen la opinión (y que no ven, no quieren ver) y el darse cuenta que “han caído” en el “lado de los malos”, reaccionan de forma visceral: pasan a odiar a aquellos que les han tomado el pelo.
Es obvio: de un momento para otro, pasas de ser una “persona buena” que “no hace nada malo”, para acto seguido encontrarte entre “los seres infrahumanos malvados”… que resulta que son fuertemente coaccionados, oprimidos, ninguneados, demonizados, censurados, aplastados, insultados, y que somos el objeto del odio de “los Seres de Luz”.
Obviamente, entre esta gente, especialmente entre aquellos que descubren el montaje, cunde el odio.
En la misma proporción que el odio que los que atacan el discurso del odio profesan con particular inquina. A lo que hay que sumar el rencor por la traición, el engaño en sí.
Pero es que encima, es entonces cuando se dan cuenta del odio que profesan los defensores de La Narrativa, un odio real, legitimado pero invisibilizado.
De esta manera, se mantiene la distopía mental al margen: sí, hay odio, pero sólo de los malvados subhumanos, hacia los Seres de Luz que Defienden La Causa Suprema. Por que estos defensores del “bien”, al ser Seres Supremos Moralmente, hagan lo que hagan, es “bueno”.
Son perfectos e infalibles.
Desafían ese constructo social que es la Ley de la Gravedad, el ciclo solar, etc.
Su odio “es bueno”, porque todos sabemos que lo que importa no es el odio, o los hechos, sino quién los hace: los Seres de Luz, hagan lo que hagan, es bueno por definición. Y “los otros”, hagan lo que hagan, es malo por definición.
Esos “otros” somos el enemigo.
Lo que aumenta la división, la polarización, la radicalización, niega cualquier posibilidad de acercamiento, de entendimiento, de convivencia, de posibilidad siquiera de intentarlo.
Niegan cualquier posible solución.
Por eso, dicen los que manejan el discurso mayoritario imponiendo La Narrativa, hay que destruir “la máquina de los bulos”, la “desinformación”, la “malinformación”, así como cualquier posibilidad de datos y hechos contrarios que alcancen al público, de concienciación de que haya la más mínima fisura en El Relato.
Porque ya hemos visto que una simple contradicción, y éste se estropea.
Aquello de “seguir la ciencia”, si eso, ya hablaremos otro día.
No sea cosa que La Narrativa se caiga por su propio peso.
Y que los Seres Moralmente Supremos pierdan su supremacía, sus privilegios, y el micrófono que tienen en la mano.
Para poner un buen ejemplo al respecto, apelo a esa amnesia histórica selectiva que sufre la gente: basta ver cómo se nos trató a los que no nos quisimos poner esa “vacuna” experimental, ya que ahí hay un gran ejemplo del odio que se vertió e incentivó casi que con aviesa lascivia contra todos aquellos que por precaución ante un tratamiento novedoso y sin tiempo suficiente como para probarlo, nos negamos a hacer de conejillos de indias.
También quedó demostrado que los defensores de diversas Causas Supremas rápidamente se pusieron del lado de las capitalistas farmacéuticas con todo su lucro, a pesar de que éstas estaban claramente fuera de esas Causas Supremas. Los “oprimidos” oprimiendo, al estilo de las víctimas del Holocausto.
También deberíamos hablar de ese agujero informativo que hay respecto de la gran cantidad de afectados que se sometieron, voluntaria o forzadamente, a ese tratamiento, que son quienes ahora lo están pasando peor.
Todavía estamos esperando las disculpas (como mínimo) que se nos deben, y eso que el Tribunal Constitucional dejó claro que las leyes que se pusieron en ese momento eran anticonstitucionales… y aquí no pasa nada.
Pues con el tema del cambio climático pasa exactamente lo mismo.
El hombre detrás de la cortina.
Y aquí viene lo bueno.
Cuando se recurren a estas técnicas, queda en evidencia que el Mago de Oz no es un ser todopoderoso, sino un triste hombrecillo detrás de una cortina que habla a través de un megáfono.
Cuando se recurre a la censura y la gran mayoría de la gente se da cuenta que lo que se dice son cuentos sin sentido, la reacción negativa, contraproducente, empeora todavía más.
Y se empiezan a ver las intenciones que hay detrás de todo eso.
El emperador se queda desnudo delante de la gente.
Se empieza a ver que hay una agenda real e interesada detrás de todo El Relato ™, que sólo atiende a ciertos intereses, y que, encima, es sumamente intolerante.
Ante esto, dado que el odio está totalmente legitimado, se está utilizando y atizando ese odio para evitar cualquier posible aproximación o entendimiento, lo único que les queda, que encima es la reacción habitual al percibir la traición, es un sentimiento mutuo de odio, de división, de polarización, de pérdida de credibilidad, y, por tanto, no hay salida posible.
La intolerancia que viene asociada con ese tipo de manipulación, dónde todos los que no siguen La Narrativa no son tolerados con la excusa que “son intolerantes” es probablemente la mayor demostración del gran error de Karl Popper, muy mencionado y querido por esta gente ya que les proporciona la excusa para ser “intolerantes”: acusar a aquellos a los que odian de ser intolerantes y de “discurso del odio”, para, acto seguido invocar a Popper, y quedarse tan anchos.
Aquí habría mucho que decir sobre la proyección de la sombra de Carl Jung, ya que es básicamente eso lo que se está haciendo.
Son precisamente aquellos que etiquetan con matapensamientos negativos a aquellos que no están de acuerdo, negando cualquier posibilidad de entendimiento, de explicación, de diálogo, de aproximación, de convivencia y de libertad de expresión, los que están haciendo un relato de odio y que son intolerantes con la discrepancia.
Y esa es la receta para la polarización, no para la convivencia.
Precisamente la única manera de arreglar eso es, a tiempo, tender puentes e intentar escuchar a todas las partes, intentar entender por qué otras personas piensan diferente, y qué razones hay detrás.
Ahora ya es tarde.
Resulta en el fondo de todo, que aquellos que intentan imponer su visión de lo que hay que hacer no pueden consentir un discurso razonado: no tienen argumentos. De ahí que necesitan imperiosamente mantener controlado lo que sale en los medios.
Pero es que, además, ante la evidente hipocresía de semejante calaña, y tras los evidentes engaños (no veréis nunca un “disculpa, me he equivocado”), tampoco les queda credibilidad.
Y por eso, parafraseando a Isaac Asimov en boca de Salvor Hardin: la censura es el último recurso del incompetente.
De aquel que no tiene argumentos para convencer, ni credibilidad para hacer que se le escuche.
Hala, otro día, más.
Beamspot.