Primero fue el Verbo.
Palabras.
Primero fue el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios.
Así empieza el Evangelio según San Juan.
No sé cuando fue que me lo explicaron en La Salle, de muy niño. No me he leído ese evangelio… ni ningún otro. Ni la Biblia, la verdad.
Eso sí, esa frase sí que me la recordé. Sobre todo, porque no la entendía. Para mí, con pocos años, Verbo era un tipo de palabras que se conjugaban, que se tenían que estudiar en clase de Lengua, y que eran un rollo, así que no entendía qué significaba esa frase de ninguna manera.
Tardé algunos años en entenderla, a la tierna edad de 50 tacos (cinco de edad intelectual).
Resultaba que era un error de traducción, un Lost In Translation que se ve que es algo muy común en La Biblia y similares.
En otros países, se ve que la frase va como “Primero fue la Palabra”, así, en mayúsculas.
Pero palabra es algo mucho más amplio que verbo. Verbo es un tipo concreto de palabra, que denota acción.
Sin embargo, mi comprensión no me llegó por medio de ningún cura, ni ninguna revelación divina, ni nada por el estilo.
Me llegó por medio de la psicología.
Las palabras son la “materia prima” con que trabaja nuestro pensamiento. Eso me ligó con muchas de las cosas que me he leído de uno de mis referentes, John Michael Greer (un religioso, por cierto, pero cuyas explicaciones iban más por los derroteros de filosofía de Schopenhauer, Nietzsche y similares, a los que estudié en bachillerato y que posteriormente olvidé).
Así pues, las palabras son los elementos básicos que utilizamos al pensar (aunque piense circuitos electrónicos, mi trabajo, afición y diversión, los esquemas no dejan de ser un “idioma” y los símbolos electrónicos son equivalentes a palabras).
Por tanto, los seres humanos, al pensar en palabras, éstas son lo primero, lo más fundamental, lo más básico que necesitamos para entendernos.
Es la palabra hablada la que ha propiciado que los humanos hayamos evolucionado hasta dónde estamos ahora.
Somos seres sociales, y además de la comunicación no verbal (que tienen todos los animales gregarios), lo que nos ha hecho interrelacionarnos mejor entre nosotros y con el mundo, son las palabras.
Quizás el lenguaje complejo (hay especies que tienen lenguajes simples) es el hecho más distintivo de la humanidad.
Por eso, las palabras están muy interiorizadas en nuestra mente, forman parte de capas relativamente profundas de ella, y evocan partes del cerebro más arcaicas todavía que no saben usar las palabras.
La carga emocional.
Nuestro cerebro es como una cebolla, hecha de capas. En las más internas están las estructuras más primitivas, más básicas, aquellas que “manejan” nuestro cuerpo.
Luego están ciertas estructuras algo más elaboradas que controlan algunas cosas más complejas.
Ahí están arraigados algunos de los sentimientos más primitivos, como el miedo.
Algunos estudios llaman a eso “el cerebro reptiliano”.
Aquel que piensa en blanco y negro.
El que dice si eres presa o depredador.
El de “ataca o huye”.
Las palabras y la capacidad de comunicaciones complejas requiere de estructuras cerebrales mucho más avanzadas, pero estas partes más primitivas siguen estando ahí.
Aún así, las palabras llevan con nosotros varios cientos de miles de años, justo en la capa por encima de aquella que conlleva la comunicación no verbal, a veces eclipsándola.
Sigue siendo un juego de sentimientos. Eso sí, mucho más complejos y elaborados que no los “reptilianos”.
Por eso, las palabras, y la memoria, suelen asociar ciertos tipos de sentimientos, a veces más primitivos, a veces más elaborados. A veces más fuertes, a veces tan sutiles que ni siquiera se puede llamar “sentimiento” aquello que evoca.
Es decir, podríamos decir que las palabras tienen todas una cierta “carga emocional”.
Ergo tienen “poderes” como el de evocar emociones, sentimientos… y respuestas.
Esto no es otra simple “filosofada de sillón”. Es algo bien estudiado desde hace tiempo, y que está muy de actualidad en ciertos círculos, especialmente el de la publicidad.
Y el de la propaganda (política, ideológica, económica).
JMG diría, con bastante acierto, que en realidad este conocimiento (menos técnico, menos “biológico”, pero más “humano”) hace siglos que existe, que una parte se conoce como “magia” (en el sentido de JMG o de Dione Fortune: la capacidad de cambiar a voluntad el estado de conciencia - o sea, anímico entre otras cosas – de las personas), otras partes como “ocultismo”, y que a mucha gente no le aporta en realidad nada nuevo que la observación no les haya aportado ya.
Ciertamente, el conocimiento actual, basado en el método científico, está mucho más elaborado y avanzado que lo que se hacía antes, si bien enfocado en unos ciertos (y estrechos) canales específicos, casi exclusivos de la civilización moderna.
Así pues, hoy en día, este tipo de conocimiento es muy utilizado, aplicado y hasta abusado de forma pervasiva.
Hay un viejo dicho comercial: háblale al corazón, porque es el órgano que está más cerca de la cartera.
Es decir: evoca sentimientos (las capas más profundas del cerebro), y evita que la parte racional (la más moderna y externa del cerebro) tome el control, y así el interpelado puede ser más fácilmente manipulado.
Armas de manipulación masiva
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da la capacidad de las palabras para tener carga emocional y así “desactivar” ciertas respuestas humanas, mientras “incentivan” otras, el uso de las palabras se tiene cada vez más y mas estudiado, y ese tipo de efectos es más y más usado.
Para aquellos que peinamos canas, cuando en este rincón del mundo había sólo un canal o dos de televisión, muchas de las teles aún eran en tonos de gris (en “blanco y negro”, decíamos), los anuncios que nos metían, cinco minutos cada media hora, como un reloj, explicaban bien las ventajas técnicas de productos como las teles: esta es en color, esta tiene un mando a distancia (por cable!!!), esta tiene hasta dos canales, así que podremos ver un nuevo canal (fue así como surgió “la segunda cadena”).
O “este coche coge hasta los 180 Km/h”, o tiene bajo consumo, o tiene cuatro/cinco puertas, o lo que sea.
Argumentaban, daba explicaciones, y apelaban al conocimiento y el raciocinio más que a los sentimientos, aunque en el tema coches pronto empezó ya el ataque al “status”, uno de los elementos más arcaicos que tenemos en el cerebro, con sus propios neurotransmisores (serotonina y dopamina entre otros), y que según algunos, se remonta a cientos de millones de años atrás, antes de que los árboles apareciesen sobre la superficie de la Tierra.
Es bastante común referenciar a “La Langosta de(l doctor en psicología Jordan) Peterson”, ya que éste psicólogo lo explica muy habitualmente y de forma bastante comprensible.
Hoy en día, pocos anuncios apelan al aspecto técnico, mientras que la mayoría lo hacen al anímico.
Curiosamente, también se puede observar, y eso es pasto de otra filosofada, que la parte “técnica” suele aparecer al principio de una tecnología. ¿Quien no recuerda la “guerra de los píxeles” en las cámaras de los teléfonos móviles?
Con estos mimbres, el control del lenguaje y su uso llega mucho más allá de los habituales elementos de publicidad, y se adentras más en el terreno del “Maestro Göbbels”, el de la propaganda con otros fines.
Triste es tener que llamar a ese ser “maestro”, pero a cada uno lo suyo. Fue uno de los grandes artífices de la publicidad, por mucho que oculten su nombre los que se dedican a este mundo. Peor aún, la mayoría de “guiones ideológicos” siguen a rajatabla sus “consejos”.
Y me atrevería a decir, que además este “elemento” no se sacó de la manga sus bases teóricas, aunque las supo adaptar e interpretar magistralmente con las herramientas de la época (empezaban las radios y los amplificadores que permitían arengar cientos de miles de personas a la vez) y adecuarlas a un lenguaje moderno perfectamente adaptado a los fines que perseguía.
Lo de “lenguaje moderno” es importante. Esas técnicas en realidad tienen una base arcaica poderosa, conocida como “magia negra”. Ahí JMG de nuevo vuelve a explicar algunas cosas al respecto.
Pero lo de “lenguaje moderno” además forma parte del conjunto de herramientas a disposición de los propagandistas y manipuladores de todo pelo.
Ese lenguaje en realidad es el arsenal de armas de manipulación masiva más potente de la historia, por cortesía de internet y los medios actuales.
Las palabras solas en sí son importantes, como lo es un fusil o un tanque para un ejército, pero es su uso coordinado lo que hace que sean eficientes y consigan los resultados deseados.
En el caso del lenguaje, estamos hablando de “narrativa”.
De nuevo, nuestra mente, a falta de herramientas más poderosas, desarrolló un sistema primitivo de almacenamiento de información importante a largo plazo: la “narrativa”.
O, dicho de otra manera, nuestra mente, para funcionar bien con las palabras, y dada la escasa capacidad de procesamiento que tenemos entre oreja y oreja, así como de almacenamiento, se adaptó a captar los elementos esenciales que hacían funcionar el conjunto de humanos (la familia de cazadores recolectores, la tribu) como una narrativa, una historia, un cuento, una fábula, que es lo que no sólo somos capaces de procesar, también de almacenar ante la falta de sistemas más potentes de almacenamiento.
Obviamente, estoy hablando que nuestro cerebro se ha formado para funcionar de una manera ante la falta de algo aparentemente tan obvio como es la escritura.
Por eso el establecer una “narrativa” que sea fácil de memorizar, entender, aplicar y que se pueda usar para “guiar” a la gente hacia uno objetivo, es la base del sistema actual de manipulación. Actual y de toda la vida/historia, cabe decir.
En muchos sentidos, este tema de la “narrativa”, además bebe (y mucho más de lo que la gente cree) de un “sustrato” que se viene a llamar “cultura”. Algo que va mucho más allá de un par de entradas de un blog… y de mi capacidad de análisis, aunque son parte precisamente del objetivo de esta bitácora.
Neolenguaje
Bajo esta palabra, un tal Orwell describió precisamente el manejo del lenguaje por parte de las élites de su magnífica obra 1984.
Resulta fundamental que tengamos claro el significado de las palabras. Por eso cuando uno explica una cosa a otra persona, lo primero que suele establecer es una serie de definiciones o nombres. Por eso cuando nos encontramos (o inventamos) con “algo nuevo”, lo primero que hacemos es ponerle nombre.
Para saber de qué estamos hablando.
Es por esa razón, que los barcos (por poner un ejemplo) tienen un diccionario rico en cuanto a nombres: driza, bauprés, proa, mesana, spinakker, foque, escandalosa, imbornales, quilla, crujía.
Y todos los marineros saben (o deben saber) qué es cada cosa si no quieren naufragar.
En realidad, el neolenguaje, según Orwell, configuraba un diccionario no escrito donde las definiciones de cada palabra se reinterpretaban de tal manera que siempre eran favorables al poder y contrarias al pueblo.
Ese significado difuso, siempre cambiante, además confundía y mantenía a la gente despistada.
En realidad, el significado de las palabras siempre ha cambiado. Pero el cambio habitualmente es muy muy lento, con épocas de mayor velocidad de cambio, generalmente durante los “períodos oscuros” faltos de educación, y con menor tasa de variación en las épocas boyantes más homogéneas.
También esas variaciones suelen venir por zonas geográficas. Tema a investigar, relevante en cuando a lo que nos viene por delante (a saber: tiempos oscuros y con zonas geográficas re-delimitadas, reducidas, y con gran flujo de culturas).
Sin embargo, estamos asistiendo en vivo y en directo la redefinición de muchos términos casi en tiempo real, en pocos meses, y muchos de ellos, además por decreto gubernamental.
Podría poner de relieve exactamente dos términos muy de moda en los momentos en que escribo esta (primera) entrada. Dos términos, que, obviamente y de forma totalmente intencionada, provocan mucha discusión, enfrentamiento, revuelo, polémica, y sentimientos.
Esos términos son “vacuna” y “mujer”.
El primero viene a santo de una redefinición hecha por la Organización Mundial de la Salud, OMS, que en sus siglas en el idioma del imperio son mucho más acertadas: WHO (World Health Organization, traducción literal, pero el término “who” en realidad se traduce por “quién”).
Esa redefinición se hizo para poder meter como “vacunas” un nuevo tipo de medicamento que, según la acepción clásica y tradicional, no son vacunas, sino “vacunas”, ya que funcionan diferente a las vacunas tradicionales.
Por supuesto, eso venía a cuento de la “carga emocional” “positiva” hacia las vacunas tradicionales, para intentar evitar y reducir reticencias que de otras forma podrían haber aparecido.
Bueno, dichas reticencias aparecieron, obviamente.
El otro término, el de “mujer” es más polémico, y viene a santo de las preguntas que una senadora USAna le hiciezo a una jueza. Le preguntaron exactamente por la definición de “mujer”. Y no supo qué contestar.
Ahí viene la segunda parte de “la magia de las palabras”. En este caso, el uso judicial al que me refería con anterioridad cuando hablaba de 1984: mujer es lo que el sistema político quiere que sea de tal forma que en un juicio salga beneficiado el sistema político en cuestión.
Este es un ejemplo de Neolenguaje.
Y es la subversión y perversión más peligrosa de nuestro diccionario.
El significado de las palabras es la clave para que nos entendamos cuando nos comunicamos. Si mi uso de un cierto vocablo es diferente del uso de mi interlocutor, la comunicación se vuelve difícil o incluso imposible, llegando también, en muchas ocasiones, a la división social, malos rollos anímicos y demás.
En todo caso, haré, en la medida de lo posible dadas mis escasas capacidades lingüísticas (soy de ciencias) el mejor esfuerzo en definir correctamente aquellas palabras que crea que son importantes, para evitar confusiones.
Es un ejercicio interesante, pero sobre todo necesario por mi parte.
Es básico para que nos entendamos.
Matapensamientos
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Todo esto hace que las clasificaciones de las palabras sean mucho más amplias de lo que los lingüistas tradicionales, aquellos que vemos en el cole, nos explican.
Así como el concepto de Nombre (propio o no propio) es evidente: el identificar, hay otras cosas que no caen bajo la definición de Nombre, Verbo, Adverbio, Conjunción, etc.
Es en ese sentido que aparece una nueva clasificación que conocí a través, cómo no, de JMG. Lo explicó en un post suyo que traduje con mucho regocijo.
El concepto de Matapensamientos, traducción “personal” de Though Stoppers o “Paradores de Pensamiento”, es aplicable a aquellos vocablos o expresiones hechas (o casi hechas) cuya función es evitar que el la conversación sea asimilada, creída, escuchada, que pase el filtro de nuestros oídos y entre en nuestros pensamientos.
Pongamos por caso que alguien dice que las renovables intermitentes y descontroladas causan problemas de estabilidad debido a su intermitencia.
(Lo siento, deformación profesional. Si el lector que caiga por aquí resulta que ya me conoce, sabrá bien por qué saco este tema, para los demás, quizá sería conveniente que buscasen mis escritos en The Oil Crash sobre La Lavadora de Medianoche, que tocan otra temática).
Mucha gente suele reaccionar a este hecho evidente e irrefutable con el matapensamientos: “bueno, pero eso se arregla con baterías, no es un problema”.
Esta expresión casi hecha en realidad es un matapensamientos para evitar pensar en los inconvenientes que puede traernos el pensar las implicaciones de la exposición a una idea “peligrosa”.
Sirven para evitar y descartar todo aquello que puede causar un “shock ontológico”, es decir, que nos hagan cuestionar aquello más profundo en lo que basamos nuestras decisiones.
A todos los efectos, son “conjuros contra el maligno”.
En todo caso, son defensivos
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A muchos les vendrá a la mente la palabra “antivacunas”.
A veces se usa como matapensamientos: “esto lo ha dicho un antivacunas”. En este caso, se trata precisamente de un matapensamientos por asociación: lo ha dicho una persona a la que no hay que escuchar, un hereje.
Sin embargo, esta palabra en concreto, al igual que las dos “grandes” del tema, en realidad, y con los usos más habituales que se les da, no son simples matapensamientos.
Estoy hablando de invocaciones mágicas, con ánimo ofensivo, que tienen mucho más trasfondo que el simple matapensamientos.
Son palabras que invocan odio, directamente.
Antivacunas es la más “light” de todas.
Las otras dos son directamente Invocaciones Luciferinas (en el sentido de Phil Zimbardo):
Negacionista y Fascista.
Pero eso ya se sale de este ya demasiado largo post. Y es demasiado profundo como para dedicarle sólo un par de entradas.
Un saludo
Beamspot.
Acabo de enterarme que, con posterioridad al redactado de esta entrada (que también es anterior a su publicación por bastantes días), el fascista de Abascal hizo la pregunta de "¿Qué es una mujer?" en el debate televisivo.
Nada raro, más bien previsible. Igual que las no-respuestas por parte de los miembros del gobierno (en funciones en ese momento).
Eso lo cuentan a la población hace veinte años y la gente se hubiese partido de la risa ante la obviedad de la respuesta.
Que ahora sea motivo de controversia (algo que nunca debiera haberlo sido) y de vivo debate con sentimientos exacerbados y encontrados, demuestra hasta qué punto ha avanzado la carga emocional que se le están poniendo a las palabras, así como el juego con las redefiniciones interesadas por parte de aquellos que tienen el control de la narrativa.
El hecho que haya puesto esta misma pregunta aquí y luego hubiese salido en el debate, además, hará que se me asignen etiquetas, y que se me tache de "discurso del odio".
Dicho lo cual, todo esto junto es precisamente una constatación de lo que se intenta exponer en esta entrada, y posteriormente desarrollar en este blog.
Si al amable lector no le gusta esto, piensa que esto es discurso de odio, que estoy representando a ciertos sectores políticos odiosos... no tiene ninguna necesidad de leerme. Este no es su blog, ni yo la persona a la que seguir.
Si, por el contrario piensa que estoy dedicando un tiempo a estupideces... que sepa que estoy de acuerdo: esto debería ser una estupidez. Para la gran mayoría de la gente.
Pero si lo publico, es porque creo que el mero hecho de que para mucha gente, cada vez más, no lo sea, es precisamente el problema que intento exponer.
Y eso esconde temas muy feos detrás.
Beamspot. Un saludo y parabienes al "emprendimiento" sobre substack.
Interesante el tema, me mueve lo de las palabras y la cultura, sobre todo desde la perspectiva del concepto de Sentido de la teoría de Niklas Luhmann. Desde mi perspectiva, hay una gran oportunidad detrás de ello y de la autodestrucción de nuestra civilización.
Nuestra cultura, que permea todo el lenguaje, no es inherente a nuestra especie. Son aspectos distintos, cultura por un lado, especie por otro. Es probable, que hace tan solo 10.000 años, como asegura Marija Giambutas, junto a la domesticación de plantas y animales (sobre todo animales) se haya comenzado ha desarrollar esta cultura de la competencia en la que actualmente estamos sumidos y la que, por cierto, aparece actualmente esta neolengua de la mano de la propaganda, ambos mecanismos válidos desde el sentido de la competencia.
Desde mi perspectiva la autodestruccion inevitable de la civilizacion es una oportunidad para reemplazar, definitivamente, el sentido cultural de la competencia por otro. Mi opción es el respeto como lo entendían algunas de las culturas prehispánicas de America Latina.
Espero que te sea de utilidad este comentario.