(NOTA: Esta es la última entrada de la serie, y para no ser menos, también es un rato larga, así que mejor la abrís en el blog, porque en el correo os va a venir recortada).
Prólogo.
Cuando empecé esta serie, los problemas se veían venir, pero necesitaba echar unas cuentas para ver qué iba a ser esta vez, para confirmar mis sospechas. Pero la lentitud de mis neuronas ha hecho que ese futuro inmediato que pretendía explicar se haya convertido en pasado.
Así que aquí es donde tenía previsto explicar lo que iba a pasar a continuación, y, sin embargo, los acontecimientos se me han adelantado, yo me he retrasado, y parece que el desarrollo de la problemática del Peak Oil, al igual que del tema medioambiental, se está acelerando.
Así que procedamos por orden cronológico.
Unas previsiones de futuro que son pasado.
La idea que tenía cuando empecé a escribir esta serie, es que estábamos cerca de llegar al punto crítico: aquel en que no cabe un MW más de renovables.
La sorpresa para mí es que llegó antes de lo previsto, tampoco mucho: el Domingo de Pascua de 2022, tal y cómo ya se ha explicado en la entrada pertinente.
A partir de ahí, lo previsible: al empezar a haber recortes en la producción, los famosos curtailments, lo siguiente era el desplome del precio de la electricidad durante las horas de sol, hasta poner en un brete toda la producción eléctrica por estar por debajo de los precios de explotación de todas las fuentes energéticas.
Y tras eso, el inevitable pinchazo de la burbuja: los planes de explotación, al ver los precios a los que se paga la electricidad, empiezan a echarse atrás al quedar en evidencia la nula rentabilidad económica, la inviabilidad de este tipo de proyectos desde el punto de vista del negocio.
Había varias razones por las que preveía que eso fuese lento: el ritmo de instalaciones, la presunta electrificación que esperaba que algo subiese, la cantidad de centrales de CC que tenemos, la ley de “excepcionalidad ibérica”.
Sin embargo, el ritmo de instalación se aceleró, especialmente debido a la subida de precios de la electricidad, y, por otra parte, esa misma subida ha hecho que la demanda vaya a la baja. La electrificación tímida que esperaba se ha convertido en todo lo contrario.
También subestimaba el impacto de la inestabilidad de la fotovoltaica.
Por otra parte, yo también me he retrasado: empecé a vislumbrar el problema en septiembre de 2021, empecé a escribir hacia finales de ese mismo año, me puse a investigar (esas gráficas del principio no se hacen en un día sin más) y a analizar, a documentarme, y ya me planté en Semana Santa de 2022. La resaca del Covid también ha ayudado, obviamente, sobre todo por las implicaciones en mi sector laboral en cuanto a escasez de semiconductores.
Las implicaciones a largo plazo, por otra parte, junto con otros asuntos laborales y familiares, han complicado la cosa.
Así pues, las conclusiones que me impulsaron a empezar a escribir se manifestaron de forma física a lo largo del proceso de escritura propiamente dicho, lo que ha causado que lo que pensaba a priori, ahora ya es a posteriori. De ahí que esté hablando de lo que ahora es un pasado cuando era simple futuro en el momento en que me metí en este asunto.
Un presente movido.
Sin embargo, que los hechos se estén precipitando no significa que esto haya parado. Sólo significa que esto va cogiendo velocidad… y magnitud.
Tenía la vana esperanza que un batacazo temprano como ha resultado ser, frenase la cosa, el estallido. Ciertamente es más un “deshinchado rápido” (y tras bambalinas) que no un estallido en toda regla. Pero el resto de las dinámicas importantes no cesa, ni se frena.
Esta misma semana que da paso de Febrero a Marzo de 2024 está siendo movida de nuevo. En este caso por dos temas importantes, por un lado, la sequía, y por otro por más curtailments, en este caso, de las centrales nucleares!!
Que, debido a las lluvias en parte de España, están haciendo subir el caudal del Ebro con las centrales hidroeléctricas de esa cuenca a tope y por tanto sin capacidad de regulación, y de paso, los fuertes vientos con sobreproducción eólica, han hecho que la rígida nuclear se haya tenido que parar para dejar margen de funcionamiento al gas así como a la eólica y la hidro (que, repito, en estas circunstancias no tiene margen de maniobra, cosa que requiere de un artículo per se).
Las implicaciones económicas vuelven a estar sobre la mesa, y esta vez ya salen voces diciendo que esto es una ruina, mientras que las celebraciones con champán brillan por su ausencia.
En resumen: este inicio de año YA conlleva problemas de manejo de la producción de electricidad que generalmente aparecían más tarde, y apuntan maneras de empeorar la situación tanto eléctrica como económica para los productores.
Además, la sequía ha abierto otra posibilidad de patear el problema hacia adelante: utilizar los excedentes renovables para producir (desalinizar) agua, y así rentabilizar algo más estas inversiones insensatas. Al estilo Hidrógeno 2.0 impulsado por Alemania, sólo que esta vez en la versión cañí.
Sin embargo, los problemas de fondo empiezan a aparecer si uno mira bien, lo cual no es fácil porque son precisamente los que no interesan.
Mi Cibergato Malvado favorito ha puesto una entrada con un enlace a un estudio sobre contabilidad, que resulta revelador al respecto de lo comentado en esta serie.
Básicamente, 53 de las 75 ciudades más pobladas de los USA, o sea el 70% de las grandes urbes del Imperio Galáctico, están quebradas.
En el informe se habla muy claro que los planes de pensiones son los principales causantes de ese problema, con Nueva York como la peor de todas. Precisamente esta semana ha habido historias con NY, al parecer hay fugas de empresas a mansalva, y parece ser que la situación económica de la capital (financiera) del mundo es pésima.
También ha habido una reunión importante de miembros de la OTAN que ya avisan de enviar soldados de la coalición a Ucrania, de la necesidad de aumentar el gasto en armamento, del miedo a que Trump deje a la OTAN en la estacada.
Los problemas en Ucrania durante estas últimas semanas con la caída de Adveeka así como el genocidio que están realizando sistemáticamente los israelís a los gazatíes, los problemas en el estrecho de Bab-el-Mandeb por el que pasan muchos petroleros pintan un panorama muy oscuro, y, aunque de rabiosa actualidad, lo que están mostrando es el futuro, el camino por el que vamos a transitar en la década que tenemos por delante.
No nos olvidemos de más de un mes de protestas de agricultores y transportistas, que también se merecen una entrada propia, ya que en el fondo se hallan las mismas razones: el encarecimiento del gasoil.
Juega a juegos tontos…
A raíz de esta serie, cierta persona llego a enviar mensajes muy belicosos en mi contra llegando a decir muchas cosas poco agradables en lo que es un clásico “ad hominem”.
Ese “intercambio” de “opiniones” en realidad fue muy esclarecedor, así que explicaré algunas de las lindezas que me gané, a juzgar por dicha persona.
El asunto es que, en LinkedIn, en un período de tiempo en el que aún estaba activo (ahora la tengo prácticamente abandonada por falta de tiempo, pero, sobre todo, de interés), publicaba las entradas de esta serie.
En un momento dado me acusó directamente de mentir en esta serie, sin dar, en ningún caso ninguna evidencia ni razón técnica ni argumento. Simplemente, estaba muy indignado con las mentiras que, según su opinión, vertía en mis escritos.
Mentiras por las que tenía que pedir disculpas y flagelarme en la plaza pública, según esa persona.
A fecha de hoy, todavía no sé dónde hay mentiras intencionadas, ni siquiera dónde hay errores. Se ve que este personaje, que trabaja en una PYME de fotovoltaica (obviamente), especialista técnico, o sea, supuestamente con conocimientos, ingeniero si no me falla la memoria… nunca, en ningún momento, me señaló ningún error técnico, ningún dato de cálculo, de ingeniería ni de energía ni de electrónica.
Ninguna demostración ni razón propias de su campo.
Su única afirmación es que yo mentía.
Sinceramente, agradecería que alguien me explicase dónde están mis errores (que seguro que los hay, todos somos humanos), y si dichos errores, bien técnicos, bien de planteamiento, son relevantes.
Y, encima, exigía que yo pidiese disculpas por expresar mis opiniones, además de pretender que dejase de ejercer mi libertad de expresión.
Claramente, me echaba las culpas de que el Sol no luzca por las noches.
Resulta curioso que un par de semanas (o menos) después de que desapareciese del canal de Telegram asociado al blog del Dr, Turiel (a “invitación” mía), su propio jefe (es una PYME de tres personas, el CEO – su jefe -, él como CTO – Chief Technical Officer o jefe técnico – y otro socio también con puesto que empieza por C, o sea, jefe… y cero empleados) expresó en un artículo en la prensa que había que cambiar la red eléctrica, puesto que los problemas (que causa la intermitencia e inestabilidad de la fotovoltaica) eran culpa de una red que no “está actualizada” y que “no es capaz de gestionar la potencia”.
Lo cual, es, de facto, una aceptación disimulada del problema. Esa misma red no tuvo problemas hasta ahora. Y decir alegremente que no es capaz de manejar las renovables es lo mismo que decir que las renovables eléctricas intermitentes y descontroladas (REID) no se pueden integrar sin más, y causan otros problemas que obligan a la red eléctrica a actualizarse.
La pregunta en este caso es ¿cómo hemos llegado hasta aquí?
Me atrevo a doblar la apuesta: ¿cómo es posible que un ingeniero como éste apueste por una tecnología que un menor sería perfectamente capaz de ver que no es rentable?
Porque cualquier menor, a los 10 años, es perfectamente capaz de ver que la fotovoltaica no produce electricidad por la noche, que es justamente cuando la necesitamos.
Por supuesto, mucha gente, por muy mayor de edad que sea, cree dos cosas que son las que inducen a error: que el almacenamiento puede arreglar esos problemas, y que el precio, alto aún, va a ir a la baja, especialmente si el gobierno reparte dinero cual “polvo de hadas”.
Pero, siendo ingenieros, lo primero que debemos hacer es echar números, hacer una previsión, cotejar datos, dimensionar las cosas.
Ese es el ejercicio que se ha presentado en las primeras entregas de esta serie. Nada que alguien de bachillerato con una hoja de cálculo, algo de paciencia y maña, no pueda hacer. No es necesario ningún título universitario.
Si, si se dispusiese de suficiente almacenamiento, no habría problema. Pero ¿disponemos de dicho medio? ¿Qué hay planificado? ¿Qué costes? Ya respondí a esta pregunta.
Ese es el cometido de un ingeniero, por cierto.
El segundo fallo, el de que todo va a ir a la baja… es cierto, pero con una venganza.
Al ser la electricidad una potencia, y al apostar todos por la misma apuesta, el resultado obvio es que tarde o temprano se iba a llegar a un punto de “saturación”. Fue el Domingo de Pascua de 2022, como ya dije.
A partir de ese momento, al producir cuando al Sol le da la gana, no cuando los consumidores necesitan esa potencia, resulta que hay producción de sobras… y el precio cae a cero. Más oferta que demanda.
Y, sin embargo, a la hora de máxima demanda, o sea, tras la puesta del Sol (y precisamente por ello), no hay producción… y el precio se dispara.
Eso implica que a la hora de máximo solar no hay rendimiento económico, y todos los productores salen perdiendo. TODOS. En estas semanas que necesito para escribir este artículo, están sucediendo otra serie de eventos relacionados dignos de analizar aparte (por partida doble, ya que hay que explicar las limitaciones no evidentes de la hidroeléctrica), y que está poniendo en la picota tanto las nucleares como las de ciclo combinado.
Porque el problema de sobreoferta es que afecta a TODOS los productores. Los primeros, los de la fotovoltaica que son los que causan ese desaguisado (ojo, en estas fechas de Febrero – Marzo de 2024 es el viento el causante), pero los ciclos combinados, y todavía más la nuclear, que fueron diseñados y calculados para producir 24/7, al reducir su producción o sus ingresos, ven muy comprometidas sus cuentas.
Sin embargo, aquellas que son capaces de gestionar la oferta, como los ciclos combinados (casi en exclusiva), en el momento de mayor demanda, pues resarcen sus cuentas subiendo una barbaridad el precio en las horas de mayor demanda para cubrir esas pérdidas. Y aun así…
El resultado es que la gran cantidad de sistemas REID lo que han hecho es disparar la volatilidad. Horas de precios tan bajos que nadie saca beneficio (excepto algunos clientes… si tienen la suerte de tener ciertos contratos, porque lo que es el público, nada de esto), mientras que a las horas punta, los precios se disparan… justo cuando la gran mayoría de la gente, trabajadora o no, tiene la necesidad de utilizar esa energía.
Obviamente, esta situación no beneficia a nadie. Y la presumible solución, la que brilla por su ausencia, es el almacenamiento.
Bien, aquí hay dos problemas que se juntan. El primero es el asunto plazos.
Los economistas son muy curiosos. Sus fórmulas financieras generalmente suelen ser del tipo ingresos/gastos o similar. Ratios. Funciones de dinero en función del dinero.
Como ingeniero, sin embargo, lo más habitual que manejo son funciones donde todo es función del tiempo.
Lo único que tienen bien ahí los economistas, es precisamente el cálculo de los intereses, las únicas fórmulas en que aparece la variable temporal.
¿Y qué diantre pretendo decir con ello?
Pues sencillo: según esos genios, cuando aparezca lo que ahora está apareciendo, “aparecerá” la solución, es decir, se disparará la instalación de sistemas de almacenamiento.
Magia Potagia. Cuentos de Hadas.
Primero, porque obvian la variable tiempo, esa que precisamente cuenta para el pago de intereses. Puede que se instale (que no es el caso) algún tipo de solución, pero hasta que el problema se solucione, hay unos beneficios que no aparecen, y unos intereses que pagar.
Pero es que la solución ni está ni se la espera.
Y aquí viene el segundo punto fallido.
Mucha gente cree que, si se invierte lo necesario, los precios de las tecnologías bajan y se hacen más provechosas.
Esa es la idea que hay detrás de la enooooorme inversión en renovables: se cree que si se echa suficiente “Polvo de Hada” (léase inversiones y subvenciones, dinero, especialmente público) a un problema, éste tarde o temprano se vuelve rentable económicamente.
Wishfull Thinking, convenientemente traducido como Pensamiento Mágico.
Porque, a fecha de hoy, la enorme inversión en renovables está siendo claramente un descalabro. Ya se ha explicado en muchas ocasiones en esta misma serie el problemón económico de las eólicas, especialmente las marinas, pero incluso muchas instalaciones terrestres ya en operación, que con lo que están cobrando (y muchas están cobrando según unos contratos particulares por encima de lo que se está pagando en el pool), y casi todas las grandes instalaciones fotovoltaicas.
Esas que se han paralizado en casi todo el mundo de repente.
O sea, que la enorme inversión pública, en forma de deuda, no da ningún tipo de resultado económico real.
Algo totalmente previsible.
Algo que los ingenieros, con dos dedos de frente, somos capaces de figurar y calcular como se ha demostrado en esta serie.
Pero el discurso aún sigue vigente. Y mucha gente, como esa persona que me atacó
Como mucha gente. Como nuestros gobernantes.
Y, aquellos que osábamos calcular y decir que eso no iba a suceder, se nos acallaba como tontos inútiles al principio, como conspiranoicos después, y como pájaros de mal agüero ahora, como los culpables de que se haya hecho realidad algo que la física, sin muchos conocimientos, dejaba meridianamente demostrado.
Pero ahí actúa el Pensamiento Mágico, el sesgo aquel que dice que cuando el sueldo de una persona depende de no entender algo, pues no lo entiende, y demás lindezas que se pueden resumir en algo más sonoro: estupidez.
Y que alguien como este personaje invierta un porrón del dinero, probablemente endeudándose (quién sabe si incluso hipotecándose) para montar una empresa, esperando cabalgar a lomos del €, pegar el pelotazo, y gracias a los fondos públicos (para su beneficio privado), creyendo mientras fervientemente que estaba haciendo un favor a la sociedad, a la humanidad, y encima enriquecerse esperando que los precios bajasen (y si no, que lo paguemos los demás, subvenciones mediante, lo que en su parecer aseguraba los beneficios aunque el “negocio” fuese ruinoso), es una demostración de que los sesgos y la avaricia ciegan a los más pintados.
Insisto, este resultado es obvio para quien tenga sentido común y se pare a pensar un poco. No hace falta ser ingeniero, o ¿acaso hace falta ser meteorólogo para decir si está lloviendo, saliendo a la calle?
Es un juego tonto, y quién juega a juegos tontos…
Gana premios estúpidos.
O sea, la quiebra.
Pero a ese juego no sólo juegan las PYMES. Sobre todo, están los gobiernos, a todos los niveles, con la Unión Europea a la cabeza.
Y las grandes empresas, por supuesto.
Si, teóricamente las grandes empresas “no pueden jugar a este juego”. Lo cual, es beneficioso para ellas, aunque no lo parezca.
Porque si este fuese un negocio lucrativo de verdad, no haría falta que la Unión, ni ningún gobierno por eso, invirtiese un dineral: las grandes empresas hace ya tiempo que llevan invirtiendo en este asunto, y no se dedican a la inversión en el mismo más allá de un lavado “verde”.
Por algo será.
Pero es que son precisamente esas grandes empresas las que deberían invertir: tienen el capital, personal, conocimiento, poderío económico, visión de futuro y el interés de mantenerse en el mercado energético.
Si la UE se ha metido, es poque mucha gente piensa que si se invierte muy mucho (mucho más de lo que se ha invertido en ninguna otra empresa) mucho mucho en este terreno, se conseguirá que salga rentable.
Claro que… ¿quién paga los intereses? ¿Y la inversión, para cuando se habrá recuperado? Porque visto lo visto, no parece que la sociedad española esté electrizándose, precisamente. Ni la europea, si a eso vamos.
Como dijo Margaret Thatcher, esto se acaba cuando se acaba el dinero de los demás (o sea, del pueblo).
Otro premio que nos estamos encontrando es que la inestabilidad que producen las renovables, y que estas semanas me han manifestado algunos contactos, causan problemas entre la población en forma de cortes de luz, apagones y demás historias, al estilo California (que está mucho peor), y a la cual estamos siguiendo fielmente en ese terreno, aunque está por ver qué harán las autoridades (en Alemania han redoblado la apuesta por el carbón, así que están consiguiendo mantener esto algo al margen, pero la recesión económica en que están metidos los teutones es otra manifestación de dicho problema).
Es decir, ante el problema que ya tenemos, lo que se hace siempre es escurrir el bulto, y pasarle el problema a la parte más débil.
Y eso lo que hace es retrasar la toma de decisiones y la adopción de soluciones. Soluciones caras, si es que existen, razón de más para acallar la problemática.
Así que los más débiles (los trabajadores y parados, el pueblo en general) somos los que estamos pagando las facturas vía subida de la factura de la luz, y/o sufriendo los cortes.
Pero ese problema tiene mala solución. Se puede pasar la factura a las PYMEs, con lo que muy probablemente se terminarían de hundir una gran parte (ya me despidieron de una por la precaria situación en que se encuentra, entre otras razones, por el elevado precio de la electricidad), aumentando así el paro y la pobreza. O se pueden pasar a las grandes empresas… pero es que éstas ya se están largando por el elevado coste de todo.
La industria lleva años desapareciendo de Europa. Esa industria que es la mejor pagadora que había. Esa industria que está dejando Alemania, esa “locomotora económica europea” parada, esa que cerró la planta en que trabajaba yo, o la de la Nissan (con muchos más parados), o las de la industria del aluminio (gran consumidor de electricidad y con unas restricciones técnicas en cuanto a estabilidad muy elevadas) o del acero refinado (especialidad teutona) de altas prestaciones, hechas con acero reciclado fundido por arco eléctrico.
O se les puede cargar el mochuelo al “malvado y contaminante nido de ultraderechistas” que es el sector primario. Si, esos agricultores y transportistas que se quejan de la burrocracia y de los elevados costes del gasoil (trileo del que ya hemos hablado), de los fertilizantes (que se han disparado por el mismo trileo así como por las sanciones boomerang a Rusia), de las trabas que se ponen a hacer según que prácticas (a razón del problema medioambiental), etc. Otro tema que el Dr Turiel ya ha tratado y merece una gran explicación y larga entrada… o varias: está en el núcleo del problema actual de nuestra sociedad, junto a otros asuntos.
O el Estado a asumiendo esos gastos en forma de más deuda, una deuda que no se puede pagar ya que acabará en quiebras soberanas tarde o temprano. Y que además aumenta la inflación.
Es decir, la apuesta por las REID no sólo no está funcionando. Está agravando el problema, y la “solución” no la podemos pagar.
La razón última por la que se me atacó por lo que está escrito en esta serie es una y sólo una: esa persona estaba sufriendo tremendamente (algo obvio visto los “decibelios” de sus expresiones). Y estaba sufriendo porque su credo, su religión, su creencia en la “solución” se estaba demostrando ya ser falsa. Y con ese “humo” se esfuma su inversión económica y su apuesta de futuro. Y el panorama apunta a ruina.
Así pues, nos estamos encontrando con que la apuesta ha fallado. No se ha previsto para nada el problema de la intermitencia, como era de esperar debido a cómo funciona la política, siempre reactiva, nunca preventiva. Así que ahora que tenemos el problema encima, sólo queda tomar medidas desesperadas que no funcionan ni funcionarán, cual pollos sin cabeza, mientras se redobla la apuesta (curso de acción típico) y se va tirando de la falacia de los costes hundidos.
En realidad, estamos ante una apuesta “lose-lose” (pierde – pierde, es decir, que hagas lo que hagas, pierdes) en vez de una “win – win” (dónde todo el mundo gana).
No hemos hecho más que tirar dinero bueno detrás de soluciones malas.
Pero el substrato cultural no permite cambiar el curso. Se nos ha vendido la apuesta por las REID como una planificación cuando en realidad lo que se ha hecho es aprovechar una percepción popular para impulsar un negocio, una agenda económico-política.
Es la “planificación” de crecimiento económico prevista por una serie de actores, que además apela a ciertos intereses políticos y sociales, entre los cuales hay que destacar el postureo (“somos buenos, los más mejores, porque apostamos por las renovables para salvar el Planeta”) y la supremacía moral (“aquellos que digan lo contrario son negacionistas”). Ya ha habido un anuncio en la tele que básicamente decía aquello que la Suma Sacerdotisa del Santo Sanedrín: que aquellos que no estén apoyando la SacroSanta Fotovoltaica son unos negacionistas, o, como ha dado bien en hacer saber el Ministerio de la Trola Energética y Reducción Demográfica, colapsistas o retardistas.
Esa acusación merece otra entrada, porque abre las puertas del tema propaganda, guerra psicológica y otros asuntos muy feos que anuncian que el ecofascismo ya está aquí y que no caerán sin llevarse a algunos (muchos) por delante.
Mientras, la apuesta nos ha salido rana, la inversión no está dando sus frutos ni de lejos, se vislumbra que hacen falta muchas más cosas para que esto funcione, cosas que no nos podemos permitir económicamente.
Cosas que el sustrato cultural y la inercia de la opinión pública, acrecentada por el funcionamiento político, permite siquiera abordar. La creencia en la Divinidad del Santo Progreso y del Poder del Hombre-Dios Todopoderoso está en juego.
La dimensión religiosa de nuestra cultura es otro de los grandes obstáculos, probablemente el mayor.
Así que aquí estamos, con una deuda pública (tanto a nivel nacional como europeo) que no para de crecer y que algunos políticos ya están hablando de cortar con tal de parar la hemorragia, así como deuda privada (especialmente de la gran industria que está desapareciendo de Europa a marchas forzadas).
Una deuda insostenible y que no se puede pagar. Y cuyas causas son tabú, anatema para cualquier aproximación política y social mínimamente razonable.
Unas previsiones de futuro color petróleo.
Algunas personas se preguntarán qué pinta aquí la guerra de Ucrania y el genocidio palestino. Lo primero que vendrá a la mente de forma directa, entre otras cosas porque ya se ha hablado por aquí, es la relación con el gas que venía de Rusia y que ahora viene de los USA, así como el petróleo que viene por el canal de Suez, así como las mercancías que ahora se desvían por el Cabo de Buena Esperanza.
Ambas valoraciones son correctas: aumentan el precio de las cosas, la inflación, y eso conlleva estancamiento económico, la tan temida estanflación, además de recesión económica.
Eso, por sí solo ya es un problema, encima pinta mal para los planes de pensiones. Y para los tipos de interés, que, en este escenario, no se van a recortar.
El asunto de los tipos de interés es complejo: si están altos, mejor para los planes de pensiones (de ahí el interés en mantenerlos altos ante el riesgo que quiebra de los mismos), pero hacen que el endeudamiento de los estados (que es de dónde han salido los millones para hinchar la burbuja renovable) son más caros de mantener, así que aumenta las posibilidades de quiebras soberanas por este otro lado.
Y ahí es dónde viene la parte más tenebrosa de todo este pastel.
Por una parte, tenemos este problema con la inversión en renovables, haciendo que las inversiones no sean rentables (esas en las que hay planes de pensiones metidos), que la deuda que se ha contraído para producir esta burbuja tiene un coste que nunca se va a rentabilizar, que los problemas que causa un sistema eléctrico que no nos proporciona lo que necesitamos son muy caros y difíciles de resolver, y todo eso hace que la ciudadanía se empobrezca, la industria huya por falta de competitividad, los agricultores no puedan alimentar al pueblo de forma rentable (lo que a su vez aumenta la inflación), y por tanto, el asunto social se está poniendo candente, a la vez que la situación económica pinta muy tétrica.
Ante una deuda impagable cada vez más obvia, problemas de financiación, la desindustrialización, unas renovables que han supuesto un rescate encubierto a los países del sur de Europa (España e Italia, con gobiernos muy diferentes, y que muchos alaban por su “buen hacer económico”) pero que está a punto de convertirse en una carga enorme por el estallido de esa burbuja, no es de extrañar que los gobernantes se encuentren agobiados.
La situación convulsa, que está dando alas tanto a la extrema derecha como a gran cantidad de ciudadanos que simplemente reniega de todo tipo de política (entre los que me encuentro), está causando mucha preocupación, especialmente en un año electoral.
Y aquí viene la clave de todo esto: este 2024 es un año electoral en Ucrania, Rusia (en primavera en ambos casos, con pocas semanas de diferencia, y presumiblemente problemático para Volodimir Zelensky), en la Unión Europea (¿alguien sabe cuando son? Porque parece que a pocos les interese, a pesar de ser las más importantes para nosotros), y, sobre todo, ante todo y por encima de todo, en la sede del Bobierno Imperial: Washington.
Creo que a nadie le pasa desapercibido que este Noviembre tendrá lugar, presumiblemente, la ronda electoral más importante de todo el año, de todo el mundo, y probablemente de toda la década.
Con la situación actual, muchas son las medidas que se están tomando en Washington por parte de aquellos que tienen la mano en el mango de la sartén, para intentar que no les quiten la agarradera.
Las sanciones sobre Rusia han resultado ser muy interesantes para el gobierno americano: han pasado de ser prácticamente nadie en cuanto al suministro de gas licuado a Europa, a ser de los más importantes. En concreto, en España ahora son los principales suministradores, desplazando a Argelia. Eso ha implicado un gran negocio para los americanos, bombeando capital de una Europa cada día más débil y en peor situación, que ha ayudado a revivir justo a tiempo el fráquing, y que en el fondo es una “transfusión de sangre” desde una economía moribunda a otra terminal, con la idea de mantener a esta última con algo de vida.
En ese sentido, la reciente prohibición de exportación de gas es otra cosa que ayuda precisamente a los USA: al cerrar el grifo hacia Europa, el gas que antes se exportaba baja de precio, y eso ayuda a que la economía americana se sostenga un poco más.
Pensad que sólo necesitan unos meses, hasta llegar Noviembre.
El asunto, sin embargo, pinta mal para Europa. Especialmente para Alemania y Polonia. De la “locomotora” ya sabemos que está frenando, y La France está dispuesta a intentar tomar el relevo, pero tampoco es que esté mucho mejor.
Esto, junto al asunto Ucrania y una inflación que repunta por estos lares (y parece que se va a mantener elevada) pone a la unión en muy mala situación. El miedo al tema OTAN, las necesidades de aumentar el gasto armamentístico (deuda) en un entorno de intereses altos, mientras la industria va a la baja, parece algo interesante: es otro balón de oxígeno a la industria, que ahora se podría “reciclar” de fabricar coches a fabricar tanques y munición.
Aun así, las reticencias de la población no se arreglan de esta manera. Y la crisis de deuda no se soluciona emitiendo más deuda ni que sea para financiar una industria de guerra.
Hace falta una economía de guerra para “arreglar” el problema.
En esa tesitura, unas renovables que no pueden darnos lo que necesitamos cuando lo necesitamos (lo que contribuirá a nuestra caída, económica y/o militar), o la caída de ventas de coches en general, incluyendo los eléctricos, serán el menor de nuestros problemas.
Independientemente de si nos meten en la guerra o no. Y será un factor decisivo, aunque no se le preste atención.
Conclusión.
El sueño de unas renovables se está empezando a demostrar incoherente.
Nada nuevo, todo era más que previsible con algo de lógica.
La economía no funciona (basta ver los bares cerrados y los agricultores protestando). El concepto moderno de estado nación se está desintegrando ante nuestros ojos. El Estado del Bienestar no es sostenible en estas circunstancias, y la cohesión social se está yendo por el desagüe.
Los problemas de las REID cada vez van a ser más evidentes, la situación económica va a estar turbulenta, la tensión social no va a disminuir, y la inflación se va a mantener alta como mínimo, laminando aún más el poder adquisitivo de la mayoría de la población.
Una élite dirigente incompetente que sólo sabe hacer postureo cuando lo que necesitamos es sudor y sacrificio, el peso de la historia y de unas acciones que tan bien describe Aureliene, y una situación en la que la realidad física es despreciada por una cultura dónde cree que la voluntad humana está por encima de las limitaciones físicas, biológicas, técnicas y reales nos pasará factura.
La cura de humildad será muy dura.
Porque resulta que sí que hay opciones. Sólo que nadie quiere aceptarlas.
Abandonar la electricidad, o, mejor dicho (de momento), desconectarse de la red eléctrica antes de que ésta nos abandone.
Beamspot.
PD: La situación estas semanas respecto de las renovables, la nuclear (con varias centrales paradas) y los desembalses en plena sequía auguran varios “spin offs”.